11.07.2009

El evento.

Posabas erguido, con postura casi exagerada. Agarrabas la copa de la base y tu gestualidad era semi robótica. El caviar del noroeste del mediterráneo era horrible, pero te comías la bandejita entera mientras hablabas con ese que no sabías quién era, pero sí sabías que era gerente. Y ambos se reían a falsas carcajadas , haciendo muecas de parecer estar atentos, y contabas chistes de café más aburridos que escuchar roncar a De la Rúa. La corbata te amorcillaba el cuello, y los zapatos de charol eran tan duros y estrechos cual yeso de accidentado; no veías la hora de ponerte la zunguita violeta! Hablabas de golf y de la suba de la bolsa, cuando tu pasión era coleccionar estampillas de animalitos de la selva, sin embargo, la parodia parecía creíble y ahora todos pensaban que el merval estaba 3 puntos arriba. Pero estando arriba de ese escenario, y mientras improvisabas ante un público que también te hacía el show a vos, mirabas a esa chica de vestido negro y pendientes dorados, y hacías telepatía con el DJ para que te empiece a poner un poco de reggaeton.

Todos quieren menear, todos quieren desprenderse la camisa, estar con amigos de verdad, reírse, disfrutar, agarrar la copa de arriba y encarar a la chica de los aritos de oro como a los 20 años. Pero en los eventos empresariales es todo al revés, y vos formas parte de esa frivolidad. ¿Por qué no nos ponemos todos de acuerdo y nos soltamos, nos desacartonamos? ¿Por qué no somos nosotros y dejamos la parodia para la clase de teatro? ¿Por qué?