9.21.2008

Ponele, primavera.

Te comprás más perchas, porque tenés que colgar esas pesadas camperas que no vas a usar hasta el próximo año.
Sacás las polvorientas hawaianas del placard.
La mini falda exhala naftalina.
La señora que te depila ya no tiene tiempo para ver la novela.
La señora de la cama solar se la cuenta.
Ella paga las cuotas atrasadas del gimnasio.
Él deja de ponerle crema al café matutino.
Empezás a ver Fuji en el supermercado.
Y ya no encontrás guiso de lentejas en el sector "comidas caseras".


Bueno sí, ponele que también te levantás y ya está de día, igual que cuando te vas a acostar después del boliche. Que comprás más puchos porque cuando salís a tomar algo te sentás en las mesas de afuera y que el subte huele a huevo.

Pero no era a lo que quería llegar. La muy anhelada primavera llega sin avisar y en el aire hay una convocatoria de hormonas. Ya sabemos que es la época del amor y que en la plaza los enamoraditos caminan de la mano. Dan más películas románticas en el cine, y todas tus amigas consiguen un chongo temporario. Y las que ya venían cuchareando desde el invierno, deciden casarse. Hasta acá todo parece color de rosa, todo muy lindo y sarasa.

Pero vos estás sola, no tenés tiempo para ir al gimnasio, y además de ponerle crema al café, te comés media docena de facturas con pastelera. Usas ropa negra para disimular esos kilos extras, y de paso contrasta con el color de tu piel.

Por supuesto que nadie duda que es la mejor época del año, ni frío paralizador ni calor desmesurado. Ropa suelta, y dormir sin ventilador. Pero también estaría bueno, que la primavera sea democrática, que no discrimine. Ponele, que si hay chongos, que sea para todos. Si alguien saca abdominales, que todos saquen. Si la vecina se pone botox, me pongo 100 de lolas.

Bienvenida primavera!